En apenas un par de meses, dejaré de ser alumno de la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba y me gustaría hacer un pequeño tributo al hombre que hizo posible la construcción del edificio que alberga, hoy, nuestra facultad.
BIOGRAFÍA
Pedro de Salazar y Gutiérrez de Toledo nació en Málaga, el 11 de abril de 1630, en el seno de una familia acomodada.
La holgada economía familiar permitieron al joven Pedro marchar a Salamanca para estudiar Leyes en su conocida Universidad. Fue en dicha ciudad donde decidió que su vida necesitaba un cambio.
Se trasladó a la villa de Tormes, donde profesó en la Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos (Orden de la Merced). Continuó sus estudios, esta vez, centrados en Teología.
Finalizados sus estudios, fray Pedro marchó a Jaén, donde ejerció como Rector de Artes. Poco después ejerció en Málaga y Sevilla, pero esta vez en Teología. Debido a la fama que se granjeó como teólogo y predicador, en 1670 fue promovido a General de la Orden Mercedaria en el Capítulo General de la Orden, celebrado en octubre de ese mismo año en el Monasterio de Santa María del Puig (Valencia).
Como General Mercedario, fray Pedro continuó desempeñando su labor predicadora, asistiendo, en materias de fe, al rey Carlos II, quien lo nombró Predicador del Rey. En la Corte, fray Pedro contribuyó a la fundación de una congregación mercedaria femenina, bajo la abvocación de San Fernando y colaboró con el Santo Oficio, del cual fue consultor.
A principios de junio de 1681, fue promovido al obispado de Salamanca, siendo consagrado, en septiembre del mismo año, en la Capilla Real de Madrid por fray Juan Asensio Barrios, presidente del Consejo de Castilla y prelado mercedario.
Al frente de la diócesis salmantina permaneció por espacio de cinco años. En 1686 fue transferido al obispado de Córdoba, uno de los más importantes del reino debido a las cuantiosas rentas que esta diócesis administraba.
A principios de 1687 tomó posesión, oficialmente, de su nuevo obispado, recibiendo, meses más tarde, el capelo cardenalicio de manos del Papa Inocencio XI (1676 - 1689), bajo la advocación de la Santa Cruz de Jerusalén.
En Córdoba, el Cardenal-Obispo se implicó de lleno en las actividades que realizaban para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.
Se implicó en la actividad que llevaba a cabo el Padre Cristóbal de Santa Catalina, sacerdote emeritense que había fundado el Hospital de Jesús Nazareno en la capital cordobesa para el cuidado y consuelo espiritual de los más pobres.
En 1689 tuvo que partir a Roma para participar en el conclave del que saldría elegido el nuevo Papa. Permaneció en la Ciudad Eterna hasta 1692, año en el que pudo volver a su diócesis para continuar con su labor pastoral.
A su retorno a la capital cordobesa, se implicó en la causa abierta, por el Cabildo cordobés, para lograr la beatificación del Padre Cristóbal, quien había fallecido en 1690.
En su calidad de mecenas, quiso, como tantos otros, perpetuar su memoria en el colectivo cordobés. Para ello, financió una serie de mejoras en el Convento de la Merced (actual Palacio de la Diputación), y dos construcciones que quedarían ligadas a la memoria del Cardenal: la Capilla de Santa Teresa, en la Santa Iglesia Catedral (1697), y el Hospital de Agudos, hoy sede de la Facultad de Filosofía y Letras, de cuya construcción hablaré más adelante.
Fray Pedro de Salazar y Gutiérrez de Toledo falleció en Córdoba el 14 de agosto de 1706. Su cuerpo resposa, en la actualidad, en la mencionada Capilla de Santa Teresa de la catedral cordobesa.
EL HOSPITAL DE AGUDOS
La idea original de
su fundador fue la de crear un Colegio para los acólitos y niños de Coro de la
Catedral. Para tal fin, fray Pedro de Salazar compró, en 1701, una casa solariega a don Antonio Carlos del Corral,
situada frente al Convento de San Pedro de Alcántara, encargandose del proyecto Francisco Hurtado Izquierdo, Maestro Mayor de la Catedral.
En 1704 Córdoba se vio asolada por una terrible
epidemia de peste, poniendo de manifiesto la escasez de centros asistenciales
que tenía la ciudad, lo que impulsó a los dos Cabildos, tanto el municipal como el eclesiástico, a solicitar
del Cardenal que desistiera de su primitiva idea y convirtiese su primer
proyecto en un hospital que sirviera para remediar la precaria situación
sanitaria de la ciudad. El Cardenal aceptó de buen grado, dotando a la nueva
fundación de rentas cuantiosas.
A la muerte de fray
Pedro, en 1706, la empresa quedó
a cargo del Deán de la Catedral, don pedro de Salazar y Góngora, sobrino
del difunto Cardenal y su albacea testamentario. El hospital se inauguró, finalmente, el 11 de noviembre de 1724, teniendo acogida para enfermos pobres, dementes y a los procedentes de la Cárcel de Córdoba
Debido a que se configuró, inicialmente, como un colegio, el edificio presenta
planta casi rectangular, en la que se inscriben dos patios de desigual
desarrollo, en torno a los cuales se estructuran las diversas dependencias que
componen el recinto:
El Patio
Principal, sobrio y bien proporcionado, es cerrado y de doble
planta, solución que se da con frecuencia en la arquitectura cordobesa de
esos años. Muestra vanos rectangulares rematados por frontoncillos
triangulares en el cuerpo inferior y curvados en el superior,
articulándose en vertical por medio de pilastras. A este patio abren
galerías cubiertas por bóvedas de aristas apeadas en ménsulas, tanto en la
planta alta como en la baja.
- El Patio
Claustral, también de dos plantas, presenta arcos de medio punto de
ladrillo sobre columnas en la zona inferior, en tanto que la parte
superior, cerrada, tiene vanos rectangulares cuya única decoración la constituye
el sencillo marco de fábrica que lo rodea.
- Entre ambos patios
está colocada la escalera principal
del edificio, que destaca al exterior como torreón; muy bella de proporciones,
está concebida en dos tramos de sentido inverso unidos por un amplio descansillo
y con embocadura de arco doble. La cubrición se hace por medio de una bóveda de
cañón con lunetos.
Entre las
dependencias conservadas del antiguo edificio conviene destacar las antiguas Capillas Alta y Baja -actualmente
convertidas en aulas-, ambas de planta rectangular con cubiertas abovedadas en
las cabeceras y de cañón escarzano en la nave. Sobre la puerta de acceso a la
Capilla Baja se halla un pequeño edículo avenerado,de estética setecentista y
diseño similar al de un ático de retablo, en el que está alojada una imagen del
Arcángel San Rafael, representado con sus tradicionales atributos: el bordón de
peregrino y el pez.
En el exterior la
construcción muestra también dos pisos, cuyos vanos se decoran con idéntico
ritmo al del patio, con frontones triangulares y curvos separados por dobles
pilastras. La portada, distribuida en dos cuerpos y realizada en piedra, es
adintelada con columnas exentas laterales; por encima corre el entablamento que
marca el tránsito al segundo cuerpo, donde se abre el balcón flanqueado por
segmentos de frontón curvo, rematándose con un arco de medio punto sobre
pilastras que cobija el escudo del Cardenal. La clave del arco se resalta con
un relieve a manera de acrótera con irónica cabeza de querube, a juego con la notable
serie de "rostrillos" monstruosos que adornan la cornisa del
edificio.
Cuando en 1837 se produjo la fusión de los múltiples hospitales que en
Córdoba existían, siguiendo lo ordenado en el Reglamento General de
Beneficencia Pública de 8 de septiembre de 1836, el Hospital del Cardenal es destinado precisamente para
este último tipo de enfermos, de cuya conyuntura tomará el nombre con el que
habrá de conocérsele hasta su extinción en 1969: Hospital de
Agudos, quedando a cargo, desde 1853, de las Hermanas de la Caridad de San
Vicente de Paúl..
Entre 1871 y 1874 fue sede de la Facultad de Medicina de la Universidad Libre de Córdoba, ya que era el único de los existentes en su época que
reunía todas las características necesarias para hacer compatible la docencia
teórica con la práctica y con la labor asistencial.
Finalmente se
constituyó en Colegio Universitario en 1970, tras el cierre, el año anterior,
de la institución hospitalaria. Con la fundación de la Universidad de Córdoba,
en 1976, el antiguo hospital se convirtió en Facultad de Filosofía y Letras,
institución que sigue ocupando el edificio.